El mundo es un pañuelo ancho y ajeno

Por: Jesualdo Gresmetráujabi

El próximo cigarrillo toca a las 1830. Por eso me puse a escribir. En realidad todo lo que escribo es entre un cigarrillo y otro porque me veo obligado a salir cuando se supone que quiero fumar. Digo «se supone» como un pequeño decretito, para no decir «debo» o «tengo que» como una cosa dada, afirmativa, sino para dejar un espacio a la duda, al no. Entonces, eso: escribir, escribir, seiscientas palabras.

-Pero pará, seiscientas palabras no te alcanzan para llegar a las 1830 -perdón, ¿no deberías escribir «dieciocho treinta»? ¿no es más literario poner con letras?.

No alcanzan, lo sé. Seiscientas escribes en mucho menos. Las palabras por minuto habría que calcular. Pero si lo piensas puede ser, o sea si piensas entre frase y frase capaz llegas. Como ahora. En este mismo momento: pienso en el principio de este texto, en el tiempo de una historia. En las derivas y posposiciones que no son lo mismo, claro, que las procrastinaciones.

-Ja, hay que aprender a procrastinar las viciaciones. Los enviciamientos.

Mientras que posposición me hace pensar en algo pendiente y pasado al mismo tiempo, mirá: pos como «post» un después de la posición, me muevo de esa posición hacia un momento o punto posterior; y también como posponer para después. Estar en posposición es todo esto, ni antes ni después, o después de donde estabas y también todavía no, sino dejar para después.

-¿Y la deriva?

Es esto que venimos haciendo. Paseando de un lado a otro. Digo paseando porque no tenemos un rumbo fijo o predefinido. No vamos de A a B sino que es como que estamos en A luego vamos a D, pasando por F y luego B y, y, y.

-¿Y quién dice que estábamos en A? Tal vez empezamos en H y luego fuimos a N y seguimos por C.

Las letras del alfabeto nos dan todas esas posibilidades. Si vamos al principio, empezamos por E. La E inicial de este texto, la letra generatriz, el principio de todo esto, el inicio. La E originaria y originante.

-En el principio fue la E y no la A.

El epsalfabeto podría empezar por la E. EABC, etcétera.

-Como usted quiera.

Cada vez una letra distinta. Pero ese no es el punto. En realidad no hay punto. O hay puntos.

-Puntos para un descosido.

El punto es que vamos corriendo haciendo puntos para el descosido de mil telas sin fin. Y hasta los puntos se corren.

-El mundo es un pañuelo ancho y ajeno. Y descosido.

Entre pañuelistas y ajenistas me quedo con los dos. Nada es tan conocido como para no volverse extraño ni es tan ajeno como para no aproximarse.

-Una frase de mi propia cosecha, aunque en realidad es una fusión de frases ya hechas.

Así es, hacemos lo que hacemos fusionando lo que tenemos. Si hay que hacer algo distinto hay que buscar otras cosas, ampliar la cancha; buscar, advertir el ensanche del pañuelo.

-Moverse. Posposicionarse y posponer. Salir de lo que fue y darse a lo que no es y como no siendo aún, porque no se puede ser dándose por terminado. No hay un punto porque no hay final ni finalidad, salvo escribir y seguir escribiendo.

Un desplazamiento por las letras empezando por dondequiera. Haciendo cada cual de las suyas con lo que nos han dado. ¿Usted se reconoce en esa ajenidad de las letras, que no son suyas?

En cada una de las letras del abecedario estoy yo en cuerpo y alma.

-Seis y media.

Toca cigarrillo. Me entusiasmé. Hasta pasó un minuto más. Qué lindo. Y son seiscientas palabras.

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